Mascarillas y guantes: cómo y cuando
INÉS ROIG (*)
El coronavirus ha provocado una pandemia mundial, causando muerte, enfermedad y sufrimiento. Sus consecuencias alcanzan todos los ámbitos de la vida; ha puesto patas arriba la economía, ha cambiado drásticamente nuestros hábitos de vida y nuestra manera de relacionarnos. Sin embargo, muchos seguimos preguntándonos ¿Cuándo tenemos que ponernos la mascarilla? ¿Y los guantes? Los mensajes de los organismos oficiales no han contribuido precisamente a aclarar la cuestión y la confusión es evidente.
La conclusión es que lo mejor es colocársela siempre que vayamos a salir de casa. En últimos días algunos profesionales médicos han conminado a la población a utilizarlas siempre que se interactúe con personas con las que no se convive.
En el trabajo hay que llevarla sí o sí, pero también en las reuniones con los familiares y amigos con los que no hemos pasado la cuarentena; da igual que esos contactos se produzcan en un domicilio o en una terraza tomando algo.
¿Y en los paseos que podemos dar desde que comenzó la desescalada? En las áreas urbanas también, dado que muchas veces es imposible mantener esa distancia de dos metros. En zonas apartadas con poco tránsito no hace falta.
También debemos ser comedidos con las muestras de afecto por el momento, a excepción nuevamente de con las personas que hemos pasado el confinamiento. Hay que evitar los besos y abrazos. Incluso en circunstancias de reagrupamiento familiar, hay que intentar mantener las distancias los primeros 14 días. Todavía tenemos mucho riesgo, puede aparecer un brote en cualquier momento. Hay quien no confía en los efectos benéficos del calor ya que el virus está circulando en países con calor. Se tienen más esperanzas con la radiación de los rayos ultravioleta.
Todos somos potenciales transmisores del virus. Junto a la mascarilla, es importante observar las otras medidas de seguridad consideradas esenciales, especialmente la higiene de manos (lavándolas con agua caliente y jabón o con los geles hidroalcohólicos) y cubrir la boca y la nariz con el codo flexionado cuando se tose o estornuda.
Las consecuencias del confinamiento en el sistema inmunológico son otro factor que entra en juego: Se ha vuelto más débil por el tiempo que llevamos confinados, es más sensible a las agresiones externas, y hay que tener en cuenta el hecho de que países con riesgo ya muy bajo continúan utilizando las mascarillas para protegerse.
El hecho de que sea un virus desconocido ha marcado la lentitud de las instituciones sanitarias a la hora de reaccionar o las dudas en cuanto a las recomendaciones. La propia evolución del virus es responsable porque se han ido conociendo más cosas, muy importante ha sido saber que las personas asintomáticas también pueden contagiar. Los expertos se inclinan más por las mascarillas quirúrgicas y aclaran que las FFP2 son para situaciones de riesgo, como una persona que trabaja en una peluquería.
Por el contrario, ninguno es partidario de la utilización habitual de guantes en la población general. Aportan falsa seguridad y se corrompen continuamente pudiendo llevar después esa contaminación al móvil, la mascarilla o los pantalones. Es mejor lavarse las manos con frecuencia y usarlos sólo cuando es estrictamente necesario. En caso de que una persona prefiera llevarlos en situaciones concretas, como dentro del supermercado, recomienda los de nitrilo y lavarlos igual que las manos.
(*) Farmacia Las Marinas.