Más allá del ruido de bombas y sirenas
Un grupo de 32 adolescentes ucranianos encuentra refugio emocional en la Marina Alta
El horror de la guerra no mata sueños e ilusiones
El salón de actos del CdT está lleno. Se escucha el murmullo habitual en un recinto ocupado por adolescentes. Muchos de ellos van vestidos con la vyshyvanka, la bonita blusa bordada tradicional ucraniana que se utiliza en días especiales. Hoy lo es para todos. Un grupo de 32 jóvenes de Járkov que pasan unos días en Xàbia se han desplazado a Dénia para convivir con estudiantes del Centro Integrado Público de Formación Profesional (CIPFP) y aprender de su cultura y sus costumbres, entre ellas las gastronómicas. Alejados de la guerra por unas semanas, sonríen e intercambian teléfonos y abrazos con sus nuevos amigos. “Venimos de lejos pero no somos tan diferentes a vosotros”, explica una de las jóvenes ucranianas que toma la palabra. Como cualquiera a su edad, tienen ganas de explorar, de sentir, de soñar, de imaginar y de comerse el mundo. Algo que la guerra no les debe arrebatar.
Natalia Moskalenko lleva 13 años en España y es la presidenta de la asociación Cultura contra balas. Desde Xàbia, donde reside, ha impulsado varios proyectos basados en la idea de potenciar la cultura como herramienta contra la violencia humana. El 12 de enero llegó el grupo de 32 jóvenes procedentes de la provincia de Járkov, la segunda ciudad más grande de Ucrania y una de las zonas más castigadas por los bombardeos de una guerra que está a punto de cumplir ya dos años. Tienen entre 14 y 17 años y saben bien qué es el horror de la guerra. Muchas de sus casas ya no existen, algunos tienen a sus padres en el frente, otros los han perdido.
Sacarlos de su país es una manera de infundirles ánimos para seguir adelante y continuar estudiando, “para lo que necesitan mucha voluntad y motivación”, explica Natalia. Primero el Covid, después la guerra. En unos años que son cruciales para su crecimiento y su formación, a nivel académico pero también como personas, no han tenido apenas vida social. Con las escuelas cerradas desde que estalló la guerra, los estudios se siguen básicamente online. Cualquier actividad que requiera reunir a un grupo de gente se ha de hacer bajo tierra. Las estaciones de metro y los sótanos, siempre que no tengan ninguna ventana, se consideran lugares seguros frente a las bombas. Aunque las condiciones no eran buenas, relataba una de las jóvenes del grupo, allí consiguió poner en escena un montaje teatral con unos amigos. Porque en Ucrania, también los jóvenes quieren vivir una vida normal y que sus sueños -en este caso representar una obra de teatro- se hagan realidad.
Los integrantes de este campamento de invierno, entendido como un proyecto de rehabilitación psicológica, guardan dentro de sí historias muy dolorosas, contaba la presidenta de Cultura contra balas. Viven muy cerca de la frontera con Rusia y sufren bombardeos todos los días. “Muchos”, añadía, “son refugiados dentro de su país”. Ser seleccionados para participar en el programa que les ha traído a la Marina Alta es un reconocimiento que se les hace por haber participado de forma voluntaria en alguna actividad cultural y solidaria en su ciudad.
Ellos mismos dieron a conocer en el acto celebrado en el CdT cuáles han sido esas acciones, desde iniciativas culturales a llevar comida a familias que no podían acceder al supermercado, dar clases o coordinar proyectos educativos, organizar charlas informativas sobre Inteligencia Artificial, recoger escombros después de que caigan las bombas o hacer pasteles para los soldados, por ejemplo. En su situación, cuando las sirenas antiaéreas suenen durante 6 horas seguidas, sea de día o de noche, “es común caer en la depresión”, indicaban. “Aun así, seguimos soñando cosas bonitas”. Y uno a uno, los jóvenes que habían tomado la palabra fueron desvelando cuáles eran esos sueños, ligados a veces a su futuro profesional y con miras, en muchos otros casos, a ayudar a olvidar lo que está ocurriendo y, cuando acabe esta pesadilla que es la guerra, a recuperar la salud mental de los niños y de la gente de su pueblo en general. Todos clamaron por la paz. “Quiero ser una niña feliz con una infancia normal”, dijo una de las jóvenes.
Durante dos semanas, hasta el 28 de enero, los 32 adolescentes ucranianos compartirán el día a día con vecinos de Xàbia y de la comarca. Han viajado acompañados por dos socias del Club Rotario Kharkiv Mriya de Járkov. El Club Rotario de Xàbia ha dado apoyo al programa y ha colaborado en el diseño de las actividades. Entre ellas, la visita a Dénia y a Valencia, donde conocerán la Ciudad de las Artes y las Ciencias y el Oceanogràfic. Se ha contado también con la colaboración de la directora del CEIP Port de Xàbia, Isabel Moreno, y de todo su equipo. En el centro realizan las comidas a diario los días lectivos. De ello se encarga un grupo de voluntarios.
Natalia Moskalenko agradece el apoyo que recibe el proyecto de entidades, particulares y establecimientos que se brindan a ofrecer su ayuda, ya sean desayunos, clases de kárate o cocinando para ellos, como es el caso del chef Borja Susilla, un Estrella Michelin que se ha sumado a la iniciativa.
Desde el Club Rotario han remarcado el valor que dan los jóvenes “a cada gesto que se tiene con ellos y cómo valoran la ‘tranquilidad’ de la vida diaria en nuestro pueblo”. “Sin duda será una experiencia que recordarán durante toda su vida, valorando la cultura de la paz y la convivencia como un valor inestimable”, añaden.
Tras la charla, las actividades de la jornada continuaron en Dénia con una visita guiada por los estudiantes de grado superior de guía turístico. Antes de poner fin al acto, los jóvenes ucranianos lanzaron un mensaje de esperanza y reiteraron su voluntad de seguir soñando, sin olvidar a quienes han perdido y celebrando la vida de nuevo.
A través de la asociación, en enero de 2023 llegó a Calp un grupo de 25 mujeres que habían sufrido la pérdida de algún familiar por la guerra. En abril fueron acogidos en Xàbia 18 jóvenes de un equipo de fútbol cadete. Para el próximo abril se gestiona la visita de un grupo de médicos y enfermeros de combate. El objetivo es, en todos los casos, su mejora psicológica.
Voluntarios preparan la comida para el grupo en el CEIP Port de Xàbia.
Los jóvenes compartieron almuerzo y comida elaborados por el alumnado del CFPIP y entregaron una bandera del país a su directora, Marisa Ballester, quien les dio la bienvenida y les explicó el funcionamiento del centro.