Nuestros viajes en 2014

  24/11/2014

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La forma de viajar hoy, seguro que no se parece en nada a la de dentro de veinte años, por lo que he puesto el año junto al título. Cuando yo nací, el año 1944, mis padres se tuvieron que ir a Logroño conmigo y desde Jávea estuvieron viajando tres días: uno de Jávea a Valencia en Venturo, otro de Valencia a Zaragoza en tren y el tercero de Zaragoza a Logroño también en tren.

En 1962 o 63 fui de Valencia a Madrid en el tren rápido, pasando por Cuenca. De Valencia a Cuenca llegando a mediodía. Me quedé en Cuenca una noche y al día siguiente a mediodía, coger el tren para ir a Madrid. Al regreso pasé por Albacete y fue un día de viaje entre Madrid y Valencia.

Hoy, se va en hora y media de Valencia a Madrid en el AVE. La mesa que ilustra el artículo es la de una de las mesas del vagón en que viajé hace poco. Los que van llevan su pequeño ordenador que abren nada más subir al tren y comienzan a trabajar. Había uno que además complementaba el trabajo del ordenador con dos aparatos digitales (de esos pequeños por los que pasa el dedo hacia arriba, hacia abajo, a derecha o a izquierda) por lo que seguramente pedía datos a uno de ellos, el otro le daría las órdenes y él las ejecutaba con su aparato y además unos auriculares aplicados a sus oídos que creo funcionaban con los aparatos digitales. Cuando terminó metió un aparato digital en un bolsillo con sus auriculares, el otro en otro bolsillo y plegó el ordenador que introdujo en un habitáculo apropiado a su tamaño.

En 1944 al llegar había que lavarse la cabeza de la carbonilla que desprendía la locomotora, pero como no había muchas duchas y menos de agua caliente, uno iba unos días con restos de carbonilla. En 1962 casi igual, pero ya había duchas y las locomotoras no lanzaban ese humo que se metía en el pelo. Hoy, a la llegada a la estación de Atocha los 'ejecutivos' con traje, generalmente negro u oscuro, corbata y maletín descienden del tren y comienzan a andar por los andenes todos juntos. Desde las pasarelas superiores, perecen las hormigas que salen del hormiguero para ir a trabajar, todos de negro y con su maletín y en fila.

En los años 50 cuando se viajaba y éramos niños, íbamos con una libreta pequeña anotando las poblaciones por las que se pasaba y aprendíamos geografía de paso y observábamos colinas, montañas, ríos, bosques, vaguadas, y veíamos la vegetación sabiendo distinguir la de primavera de la del otoño. A veces creíamos que los árboles iban a mayor velocidad que nuestro tren. También el viaje nos servía para conversar con el del asiento del lado, porque había todo un día por delante, y nos enseñaba que hay personas que viven con otras formas de pensar y siempre era aleccionador porque lo mismo te contaban cosas de su trabajo, que de su familia, de su pueblo o de su juventud o a lo mejor hasta te aleccionaban sobre como comportarte.

Hoy, estas personas que se sentaron alrededor de la mesa con su aparato, no se hablaron entre ellas en todo el trayecto. Yo les pedí permiso para hacer la foto y me lo dieron. ¿Vieron el paisaje? Imposible porque además el AVE pasa tan rápido que ni lo ves. ¿Cuántos pueblecillos pudieron anotar en sus libretas si hubiera sido como antaño? Ninguno, porque el AVE no pasa por los pueblos y como va tan rápido, si pasase no se podría ver el nombre del pueblo. Bien es verdad que en la pantallita del aparato (lo mismo el grande que el pequeño) puedes pedir un mapa de la zona y saber por dónde vas, pero eso requiere que veas la pantalla, pero no la realidad por la que pasas.

Hemos arruinado el sosiego por las prisas, la lentitud por la velocidad. Hemos acelerado el tiempo y acortado las distancias, pero, luego, el tiempo que nos sobra, lo utilizamos con maquinitas y no con personas.¿Qué pena?

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