Nueva vida para la casa del bosque
Altiva, vigilante, de un blanco que es reflejo de la luz mediterránea, la casa situada a las puertas del Bosc de Diana recupera parte de aquel esplendor que tuvo hace un par de siglos. Eran tiempos boyantes para la economía de Dénia y la Marina Alta. Los campos de viñas dibujaban un paisaje salpicado de riuraus en los que se vivía una actividad frenética desde mediados de agosto hasta bien entrado el mes de septiembre. El ir y venir de los carruajes, el trabajo en los almacenes, los barcos que aguardaban en el puerto… La ciudad vivía meses de efervescencia. Las familias propietarias de las tierras trasladaban su residencia al campo para poder soportar mejor el calor del verano y, al mismo tiempo, ejercer mejor el control sobre el trabajo. Algunas eran grandes casas solariegas. Otras, no tanto. Pero en todas ellas, la vida giraba durante esos días alrededor del proceso de elaboración y comercialización de la pasa, como ocurría en la casa del bosque.
Durante años, la casa ha estado abandonada y, hasta hace poco, se encontraba en estado de ruina. Muchos la asociaban con el tren y han creído durante mucho tiempo que formaba parte de las instalaciones ferroviarias. Pensaban que tal vez fuese la casa del guardabarrera, aunque por su tamaño no encajaba con esta idea. Nada más lejos de la realidad, cuenta la familia Berruti López.
La casa, de dos plantas, fue en su día una casa de campo situada a las afueras de la ciudad, aunque ahora esté prácticamente integrada en ella. Por el tipo de construcción, dataría de mediados del siglo XIX, si bien la vivienda original tendría una sola planta y sería anterior. Con pozo y aljibe para almacenar el agua, formaba parte de una gran finca que llegaría hasta la calle Pedreguer y estaría dedicada al cultivo de la vid. A lo largo de los años, la vivienda ampliaría su superficie incorporando los corrales y se añadiría también la planta superior.
Los hermanos Mari Paz y Nicolás Berruti López, quinta generación de la familia que habitó en ella, conservan fotografías que son testimonio de los veranos y el pasado glorioso que vivió. Escenas de las faenas del campo, con la firma del fotógrafo Luján, aparecen incluso en varias postales de principios del siglo XX.
Nicolás Berrtuti Miralles, padre de Nicolás y Mari Paz, contaba que durante la guerra civil la casa fue utilizada como cuartel republicano y reconvertida en hospital. Solo sus muros saben cuántos secretos esconde.
Piezas para el museo
De aquella gran finca que jalonaba una preciosa araucaria quedan ahora apenas 960 metros cuadrados. Con los años, el terreno ha sido víctima de ventas y expropiaciones (apertura de viales, trazado del ferrocarril, colectores, etc.). Nadie se interesó nunca por la casa, cuentan los propietarios, que poco a poco se fue deteriorando.
Hasta 1987 residió en ella, sin agua y sin luz, una mujer. A pesar del riesgo que entrañaba vivir en su interior, con el techo hundido, el agua entrando a borbones cuando llovía y las ventanas tapiadas, pasaron por allí varios ocupas y fue utilizada como almacén. Luego el silencio. Hasta que la heredaron los hijos de Nicolás Berruti Miralles, que decidieron dignificar la memoria de sus antepasados y recuperar algo de aquel esplendor perdido.
Integrada en el Bosc de Diana, la casa está fuera de ordenación por encontrarse en zona verde. Los propietarios saben que no pueden obtener licencia de habitabilidad, pero sí pueden darle cualquier otro uso que no sea residencial.
Durante los últimos cinco años, han realizado un arduo trabajo de rehabilitación que aún no ha finalizado. Han sacado la piedra en el interior, han conservado algunas vigas originales, así como la jácena de la planta superior, y la han dotado de agua y electricidad.
Asimismo, han donado al Museo Arqueológico de Dénia algunos objetos que se encontraban en su interior, como una balanza, varias palanganas de chapa y unas tinajas de cerámica. La familia conserva buena parte de las baldosas del suelo, que llevan el sello de Cerámicas Martí de Dénia. También las trepas o plantillas utilizadas para marcar las cajas de pasa. Llevan la inscripción M. Berruti Dénia (Manuel Berruti, el bisabuelo de los hermanos Berruti López) y el nombre del puerto noruego de Stavanger, que sería destino de la producción.
La araucaria sigue a su lado. Según la opinión de un técnico forestal, pude tener más de 150 años. Es, sin duda, la mejor forma de identificarla y de conservar la memoria de aquel pasado próspero para la ciudad. Con ella, la casita del bosque empieza ahora una nueva vida.