Rupturas de verano

  02/08/2013

Verónica Monsonís (*)

Durante el verano todos disfrutamos de mayor tiempo para el ocio, el descanso y el tiempo libre; solemos compartir más momentos junto a nuestros seres queridos. En el caso de las parejas, aquellas que gozan de cierta estabilidad y que no presentan mayores problemas, las vacaciones estivales pueden resultar muy beneficiosas; Pero, en el caso de las parejas que vienen arrastrando problemas y conflictos a lo largo del año, pueden vivir estos momentos como altamente negativos.
 Ya sabemos que vivimos en una sociedad verdaderamente neurótica, donde la ansiedad y el estrés están a la orden del día, y en donde peligrosamente ya estas dos cuestiones son vistas con casi total y absoluta normalidad. La casa, los niños, el trabajo, el coche, los quehaceres diarios, y un sin fin de cosas más, hacen que estemos inmersos diariamente en un sin parar en donde estamos corriendo de un lado para otro, sin llegar a tener unos instantes de paz y tranquilidad para poner en orden nuestras ideas, y saber qué puede o no puede estar funcionando en nuestra relación.
 Con la llegada del verano, el tiempo libre aumenta, y se crea una rutina nueva, diferente a la de la época invernal. Esta nueva rutina puede llevar a cambiar los hábitos y sentimientos de la pareja, que ya trae consigo problemas anteriores. Se nota la falta de apego y de cosas en común con mayor intensidad. Desde decidir el lugar de vacaciones estivales, las actividades de la familia o la pareja, problemas económicos, situaciones maritales no resueltas, inseguridades personales, frustraciones propias, la distribución de las tareas del hogar, etc. pueden provocar que la relación se resienta aún más y que todo acabe por estallar. Quizá por una falta de hábito de compartir tiempo juntos y en pareja o por una falta de comprensión de sus miembros a escuchar las necesidades y prioridades del otro, estas relaciones funcionan lamentablemente al fracaso.
 Se recomienda dejar transcurrir al menos un mes después de las vacaciones y del regreso a las actividades normales antes de tomar decisiones que pueden cambiar nuestra vida. Dejando pasar este poco tiempo, se pueden ver las cosas de manera más clara, despejando los conflictos que puedan ser infundados y que acecharon a la pareja durante las vacaciones.

 (*) Psicóloga. Master en Psicología Clínica.

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