Vivir sin gluten: diario de una celíaca
Seguro que conocen, directa o indirectamente, alguna persona celíaca. Más que nada porque, según dicen los estudios, cada vez hay más gente diagnosticada y mucha otra que padece la enfermedad sin saberlo. Pero, ¿cómo es eso de vivir sin gluten? Hemos preguntado a toda una “experta”, Cristina Cabrera Fornés, de Pedreguer, porque lleva toda la vida con ello y no conoce otra cosa que no sea ser celíaca. Y no es una frase hecha sino literal. Cuando comenzó a tomar las papillas de cereales se puso mala y ahí comenzó su viaje por este mundo. A los 16 meses se le diagnosticó la enfermedad y sus padres contactaron de inmediato con la Federación de Asociaciones de Celíacos para saber qué hacer. “Me he interesado por el tema en vez de aburrirlo”, dice. Y tanto porque, de hecho, ha estudiado Ciencias y Tecnología de los Alimentos y ahora trabaja en este campo. Si no puedes con tu enemigo, únete a él, según reza el refrán.
Cristina está a punto de cumplir la treintena y recuerda que “me pasé toda la infancia mirando ingredientes en las etiquetas de los alimentos”. Y elaborando el pan en casa con una harina de maíz que, por aquel entonces, sus padres compraban directamente de un molino de Zaragoza. Una harina, por cierto, que ahora está descatalogada y “he encontrado una similar pero el kilo vale 4,71 euros, cuatro veces más cara de lo que cuesta una harina convencional”, subraya. “Las dos últimas veces que he hecho pan”, añade, “me ha salido mal y no sé cuál es la razón”.
De pequeña era la “rara” del grupo de amigas porque no podía comer el típico sándwich de nocilla de las fiestas de cumpleaños. “Me explicaron qué era esta enfermedad y lo tenía muy claro. Es cierto que te marca un poco tu forma de ser y de relacionarte, pero no queda otra”, asegura Cris. Ahora sus amigas se acoplan a ella “y, cuando vamos por ahí, piden cosas que yo puedo comer”. Y ocurre lo mismo en casa, ya que su familia convive -nunca mejor dicho- con esta patología que ya es cotidianeidad.
Antes de ir a comer o cenar con la familia o los amigos, Cristina mira la carta para asegurarse que puede pedir algo. Y cuando va al supermercado no puede elegir lo primero que ve. “Sí que estás condicionada pero otra cosa es que te acostumbres a vivir así y para mí lo raro sería que tuviera que cambiar ahora”, subraya. “Si pudiera comer de todo", continúa, “no sabría cómo hacerlo”. Hace unas semanas se desplazó hasta la Vila Joiosa porque descubrió un restaurante 100% para celíacos “y aquello es el paraíso”.
Según su testimonio, ahora hay muchos más productos sin gluten en los supermercados y, además, los puedes comprar por internet, ya que te ofrecen facilidades y te ahorras los gastos de envío si pasas de una cierta cantidad de euros. “Encontrarlos es fácil pero, ahora bien, que te gusten ya es otra cosa”, matiza. Hay más oferta, sí, pero los productos sin gluten -cereales, galletas, tortas, helados, etc.- suelen ser más caros y eso es un inconveniente. “Lo cierto es que no me fijo en los precios porque, si no, no comes”, dice.
Los postres son el mayor hándicap porque no suele haber en los restaurantes y te ofrecen fruta “que puedo comerla en casa”. Encontrar una panadería o una tienda especializada al 100% en productos sin gluten no es nada fácil “porque duran poco tiempo abiertas, ya que no hay tantos clientes y, además, los productos, como he dicho, son más caros porque la materia prima también lo es y, además, es más difícil de trabajar”, según indica.
El desayuno no es un problema porque hay los mismos productos con y sin gluten. Para la comida y la cena, la dieta mediterránea es adecuada porque se basa en verduras, legumbres, carne, pescado…. “Es cierto que todo ha evolucionado mucho”, comenta Cris, “y ahora la pasta sin gluten está muy buena porque hay más competencia”. Cuando viaja, “la mitad de la maleta es para ropa y la otra para comida por si acaso donde voy no tengo lo que puedo comer”. La ciudad en la que más ha disfrutado, en este sentido, ha sido San Sebastián -con sus famosos pinchos- y la que menos Bruselas. En Dénia tiene localizado un restaurante en el que el 90% de la carta es apta para celíacos.
DIEZ NORMAS BÁSICAS EN UNA DIETA
La Asociación de Celíacos de la Comunidad Valenciana (ACECOVA) da diez normas básicas para hacer una dieta sin gluten. La primera es que no debe nunca iniciarse sin un diagnóstico completo que la certifique. Uno de los mayores errores es la prescripción de la dieta por la simple sospecha de intolerancia al gluten o por un resultado positivo en la detección de anticuerpos específicos. En caso de diagnóstico de enfermedad celíaca, el único tratamiento posible es una dieta estricta sin gluten de por vida. Hay que eliminar cualquier producto que lleve entre sus ingredientes trigo, cebada, centeno, espelta, trigo khorasan, triticale y avena, así como sus productos derivados, es decir, harina, pasta alimenticia, pan, bollería, etc.
La dieta debe basarse en alimentos naturales que no contengan gluten, lácteos, carnes, pescados, frutas, verduras, huevos, legumbres y cereales permitidos (arroz, maíz, mijo y sorgo, pero siempre en su forma entera). Y hay que tener en cuenta que los productos derivados de los cereales permitidos son de riesgo a causa de las contaminaciones que pueden producirse durante su proceso de elaboración. Cualquier producto manufacturado puede ser susceptible de llevar gluten y no se recomienda el consumo de productos a granel y/o sin etiquetar.
Otra recomendación es tener precaución con los alimentos importados, ya que un fabricante puede emplear distintas materias primas (susceptibles o no de contener gluten) para un producto con la misma marca comercial. No se deben consumir productos etiquetados con la declaración “muy bajo en gluten” porque contienen entre 20 y 100 ppm de gluten. Y lo más importante, ante la duda de si un producto contiene o no gluten, no lo consuma, según la ACECOVA.