El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos
En un mundo como el que vivimos, hacerse viejo es un auténtico problema para muchas personas.
Para unos y unas, las canas, arrugas, barriguitas, la vista o la sordera son pérdidas en su imagen por la que pagarían vendiendo sus almas al diablo con tal de volver a los años mozos.
Pero la verdadera trampa de quienes nos vamos poniendo viejos no está en el espejo sino en la calle, en nuestro entorno.
Un día cualquiera te encuentras con Virginia, antigua amiga desde hace más de treinta años que no veías en los últimos seis.
¿Qué es de la vida Jorge?
¡Uhhhh! Jorge murió hace mucho, el que también murió fue Raúl y ¿recuerdas a...? también...
Ahí empiezas a tomar conciencia que los que tenían tu edad o poco más se van, de uno en uno, pero se van. Poetas, actrices, vecinos, el director del banco, aquel mendigo y hasta un cura del pueblo con el que jugábamos al dominó, algún político de nuestra época... finalmente te despides de Virginia con media cara de felicidad por haber sobrevivido y la otra de terror por estar tan cerca de formar parte de su lista.
La parte menos trágica emocionalmente pero mucho más en la práctica es la imposibilidad de conseguir un trabajo, quienes pasan la barrera de los cincuenta con toda seguridad están condenados al fracaso en el reparto de currículo vitae alguno.
Hay quienes tienen tres modelos diferentes de experiencia, la suya real, la media y la del estúpido, a ver si con alguno cuela, pero ni así.
Los viejos ya no sirven, antes componían El ConCejo de Ancianos, el que daba ConSejos a los más jóvenes que oían con especial atención las experiencias y conocimientos de los mayores.
Ya nada es como era, ni el futuro es como era antes, el tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos...