GUILLERMO ARES/ Una mañana por otros países

GUILLERMO ARES/ Una mañana por otros países
  13/03/2017

 

El lunes pasado viajé hacia otros mundos, otras culturas, otros idiomas, gente variopinta llenando las calles y comercios, tomando el sol, leyendo periódicos en sus idiomas.

            El colorido de las calles decoradas con carteles de ofertas, ventas de casas, comidas de otras tierras, supermercados en inglés o alemán, un poco de noruego, algo de ruso en sus mil variantes.

            Preguntar por Burger King o una dirección cualquiera se reduce a saber idiomas, en esos sitios nadie habla español.

            Tierras de extranjeros donde nos sentimos extranjeros por estar fuera de sus costumbres, lejos de sus culturas, somos visitantes sin visado.

            Salí de la autopista en el peaje de Altea, subí en dirección Polop y La Nucía, tuve que revisar dos veces el ticket del peaje para convencerme que no había cruzado una frontera sino que solamente estaba a unos pocos kilómetros de Benidorm.

            La mentalidad conquistadora de aquellas gentes que asentaron colonias en medio globo terráqueo hace centenares de años sigue siendo hoy una realidad genética.

            Los ciudadanos extranjeros que habitan estas pequeñas poblaciones tienen tan arraigadas sus costumbres hasta el punto de traer sus coches con volante a la derecha, algunos ni siquiera los matriculan en España, siguen siendo no residentes disfrutando de los beneficios de un país que los deja hacer todo lo que quieran a cambio de dejar sus pensiones en las cajas de los comercios locales.

            He llegado a ver un cartel que decía “se habla español”.

            Como la culpa no es del cerdo sino de quien le da de comer, son capaces de vivir varias docenas de años en España sin conseguir aprender más que dos o tres frases en castellano porque no lo necesitan.

            Muchas veces cuesta que dos españoles se entiendan aun hablando español, ellos consiguen que se les entienda hablando sus idiomas natales y si no, te jodes.

            Si un comerciante no entiende sus idiomas, él es el que pierde un cliente.

            Ahora bien, si de verdad cruzamos fronteras y no nos desenvolvemos en el idioma local, se nos tacha de ignorantes, se nos trata de mala manera o directamente no se nos trata.

            Una cosa es el turismo, esos millones de personas que vienen de otros países a pasar unos días entre nosotros y una muy distinta son estos personajes que se instalan en la comodidad del servicio español que les atiende aunque no les entiende.

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