HOSPITAL HLA SAN CARLOS (*)/ Que se te hinchen los pies no es una enfermedad, es un síntoma
“¡Parece que me fueran a estallar los pies!” Seguro que hemos oído esta afirmación muchas veces en personas con los pies hinchados.
¿Qué significado fisiológico tiene este problema?
La acumulación de líquido en los tejidos responde a un desequilibrio en el sistema circulatorio. El cuerpo humano ha creado un complejo sistema de interrelación que permite mantener diferencias significativas en su interior, dando lugar a 3 espacios con diferentes características. Este equilibrio se mantiene gracias a mecanismos físicos, químicos y osmóticos que, a su vez, se integran con el resto de sistemas del cuerpo humano. Cualquier alteración en este sistema es capaz de facilitar la salida de líquido desde dentro de los vasos sanguíneos a los tejidos circundantes y, poco a poco, irá aumentando la cantidad de agua como en un campo de arroz en época de crecida.
¿Cómo llegamos al diagnóstico de la enfermedad que se oculta detrás de los edemas?
El edema de miembros inferiores es un síntoma de consulta habitual tanto en el servicio de Urgencias como en la Consulta. Lo primero en lo que debemos fijarnos es en la lateralidad. Así el edema unilateral nos indica un problema local mientras que el que afecta a ambos miembros inferiores, en la gran mayoría de ocasiones, alerta de un problema sistémico (con afectación de todo el cuerpo). En la mayoría de los casos, con la historia médica del paciente y la exploración física, es suficiente para realizar un diagnóstico de sospecha. Con este diagnóstico se solicitarán las pruebas complementarias necesarias para confirmar la sospecha inicial. No hay una prueba estándar que diagnostique el edema pues no es una enfermedad en sí, sino un síntoma. Por tanto, ante la presencia de edema es preciso solicitar valoración médica.
“Pero, Doctor, es que a mí sólo se me hinchan los pies en verano”
Una causa frecuente de edema es la insuficiencia venosa crónica (IVC).
Para “devolver” la sangre desde los pies al corazón el cuerpo humano ha desarrollado una serie de mecanismos que compensen la fuerza de la gravedad de los cuales, el más significativo, son las válvulas venosas. Estas válvulas actúan como compuertas evitando que la sangre vuelva a caer hacia los pies una vez iniciado el regreso hacia el corazón. Con el tiempo, este mecanismo se vuelve insuficiente no consiguiendo ser compensado por el resto de mecanismos “antigravitatorios”. La IVC es más frecuente a partir de los 50 años y en el sexo femenino. Se manifiesta inicialmente por visibilidad de la red venosa, sensación de piernas cansadas y edemas. Son edemas de predominio vespertino con mejoría tras el descanso nocturno. Inicialmente son ocasionales en situaciones que dificultan el retorno venoso como el calor y mantenerse de pie durante largos periodos de tiempo, situaciones frecuentes en verano.
En situaciones de bipedestación mantenida es importante realizar algún tipo de ejercicio para estimular los músculos de las pantorrillas, favoreciendo así el retorno venoso. Caminar es el ejercicio más sencillo y efectivo.
Entonces, si ya sé que tengo IVC, no hace falta que vaya al médico, ¿o sí?
La IVC no tratada y dejada a su evolución natural termina produciendo cambios locales. El líquido, que debería estar dentro de los vasos sanguíneos, retenido en los tejidos, dificulta el intercambio de sustancias entre la sangre (que actúa como servicio de abastecimiento) y la célula. Esto, de forma mantenida, determina un empobrecimiento de los tejidos que cada vez tienen menos energía para realizar su función. En casos muy avanzados puede llegar a perderse la integridad de la piel, apareciendo úlceras de difícil curación y riesgo de infección.
Importancia de acudir al médico
Cualquier cambio en nuestro cuerpo lo vivimos, al menos, con expectación y ponemos en marcha nuestro sistema de alerta.
Es importante contar con la ayuda de un especialista que identifique el problema de base, realice las pruebas diagnósticas necesarias para confirmar la afección e instaurar las medidas terapéuticas adecuadas que te ayuden a solucionar el problema, mejorar la situación de base o, al menos, posponer la aparición de complicaciones.
Una relación de confianza con tu médico libera mucho estrés y te permite aceptar cualquier cambio en tu salud y tus hábitos de vida con mayor tranquilidad.
(*) Dra. Elena Díaz Guardiola. Medicina interna.