ÁNGEL SERRANO ZURITA (*)/ Sin reparación no es posible avanzar

ÁNGEL SERRANO ZURITA (*)/ Sin reparación no es posible avanzar
  07/11/2017

 

Hoy, más que nunca, en estos momentos en los que la sociedad española atraviesa por un periodo de crispación, polarización y una falta alarmante de concordia; los jóvenes tenemos la obligación de defender la templanza, el sosiego, el diálogo, la reflexión conjunta y una mirada constante hacia el pasado, para no repetir errores y para hallar, de una vez por todas, una reparación que nos permita avanzar. Hay heridas que están por cerrar y que, algunos y algunas, se empeñan en mantener abiertas.

            Es necesario, pues, echar la vista atrás y recordar la vida de nuestras abuelas y nuestros abuelos: aquellos que, no hace mucho, huyeron despavoridos ante el drama o resistieron, muchas veces en silencio. Otros, llevados en volandas por la cálida fortuna, sobrevivieron, experimentaron el sueño de encontrar un día una vida mejor, lejos de su tierra querida. Encontraron lugares hospitalarios, lugares de acogida y posibilidades; superando la etapa de miseria por la que estaban pasando.

            Recordar esto es darse cuenta de que provenimos de una historia de llanto, resignación y locura fascista; pero, a la vez, nos damos cuenta que nos portan hasta aquí los valores de la valentía, la superación y la lucha. No se nos puede olvidar que ellas y ellos fueron los que se dejaron la sangre, el sudor y la piel para defender nuestra democracia, para defender los derechos que otros, en 2017 y a puerta cerrada, tratan de dilapidar. Nosotras, nosotros... ¿qué es lo que les estamos dando a cambio?, ¿cómo estamos pagando el fruto de su coraje?

            Tapamos fosas bajo el manto del olvido; mantenemos con nuestro bolsillo el monumento de vergüenza a sus caídos; eso sí, edificado y nutrido con los cuerpos de los nuestros; votamos a los hijos, nietos y bisnietos de sus verdugos.

            Y no creáis que estos hijos, nietos y bisnietos piensan diferente a sus padres, abuelos y bisabuelos. No. Desconocemos, en gran parte, las relaciones de parentesco de algunos miembros del Congreso, del Senado y del Gobierno de derechas que nos desgobierna. Sin embargo, podemos asegurar que hay municipios en los que hay cargos políticos que ya son la 3ª ó 4ª generación de fascistas en el pueblo:

            El bisabuelo era un privilegiado, el abuelo represalió, el padre escondió “la patita” durante la transición, el hijo la comenzó a sacar y, directamente, al nieto ya no es que se le escape la patita, sino que se le escapa el brazo y se enorgullece de ello en las redes sociales.

            Estos políticos -politiquillos, pues hasta lo de político les viene grande- se jactan de dotar con 0 euros, cada año, la ley de Memoria Histórica en los PGE. Alegan que no hay que remover a los muertos, mientras que ellos tuvieron 40 años para enterrar a los suyos mediante usos y costumbres de los católicos, apostólicos y romanos. No hay que remover los muertos, pero, hace poco, nos pudimos hacer eco de que había un señor en Murcia, que cuando lo enterraron no era tan santo como, finalmente, resultó y se exhumaron sus restos, para enterrarlo en la Catedral que, al parecer, era el sitio que le correspondía. Para eso, para sus muertos, para sus creencias, para sus ritos sí que hay dinero; el nuestro, concretamente.

            Todo ello, por no hablar de ese Valle de la Vergüenza y sus osarios, repletos de restos de muertos removidos de las cunetas por la gracia de Dios.

            Ésta es la España del reaccionario Mariano Rajoy y sus secuaces. Un presidente, que lo digo bien alto, es un presidente indecente, representante de un partido indecente. Frente a ello, necesitamos una revolución, una revolución de las ideas. Para ello, necesitamos, en primer lugar, un sistema educativo que garantice a las nuevas generaciones un aprendizaje en la crítica y la búsqueda del bien común.

            Ese es el único camino hacia una España plural, vanguardista, pionera, del siglo XXI. Ese es el mejor regalo que podemos hacerle a nuestros muertos y los supervivientes de aquella represión, aquella brutalidad y, en definitiva, de aquella dictadura. Debemos, pues, caminar hacia una España libre, joven, solidaria, feminista, democrática.

            Mirad debemos decirle a los poderosos una gran verdad, una verdad que debemos comenzar por creerla nosotras mismas y nosotros mismos: unidos somos invencibles. No tenemos miedo, no nos asustan ya sus enemigos inventados en una vorágine tan dañina como fantasiosa. Ya nos hemos dado cuenta que los verdaderos enemigos están en casa y son ellos mismos. Son los mismos que tiraron un sistema democrático y de garantías, como fue el de la II República, por un precipicio, en pro de sus privilegios y a costa de vidas humanas. Nada ha cambiado.

            Nos queda todo el futuro por delante y... ¿sabéis lo que más les molesta? Que el futuro está por construir y es nuestro. Así que honrando a nuestras abuelas y abuelos, por todo lo que fuimos, somos y seremos, debemos salir a luchar por una España mejor y más justa para nosotras, para nosotros y para aquellas y aquellos que vendrán. Sin reparación, no es posible avanzar.

<<< Tornar a la portada