Vivimos a un minuto de morir
Accidentes como el del avión alemán que salió de España y se estrelló en Francia con un saldo de ciento cincuenta humanos y cinco perros muertos son excelentes razones para tomar conciencia, todos somos iguales, razas, nacionalidades, credos, todos vivimos al borde de la muerte en cada hecho cotidiano sin privilegios, sólo un horario, una agenda que tal vez ya esté escrita y acordada por las fuerzas ocultas de la naturaleza.
Nosotros, usted que está leyendo y yo que estoy escribiendo en un tiempo real y en diferido, nos electrizamos ante estos casos que, según las estadísticas, ocurren con muy poca frecuencia, al menos con este trágico final, porque incidentes aéreos hay muchos cada día.
Lo curioso, hasta indecente, es que un centenar y medio de muertes movilizan a gobiernos, telediarios, hoteles, autobuses y un sinfín de medios y recursos, oraciones, actos, banderas a media asta y crespones negros, pero no se ven estos movimientos por cada uno de los niños que mueren en el mismo Planeta a razón de UNO cada quince segundos, cuatro por minuto, doscientos cuarenta por hora, cinco mil setecientos sesenta por día a causa de agua en mal estado o decididamente la falta de agua.
Se ve de vez en vez un documental sobre mujeres cargando bidones de agua, a nadie parece que se le ocurra regalar carritos con ruedas de bicicletas para que puedan cargar más agua y transportarla con menos esfuerzo durante más de veinte kilómetros, según qué casos.
La hipocresía de la muerte cercana no nos deja ver que todos y cada uno de nosotros hemos firmado un contrato con la parca en el mismísimo momento de nacer.
Quienes por distintas razones hemos sobrevivido alguna vez a ese minuto antes de morir, sabemos que no hay más tiempo que el presente, que todo lo demás son chorradas efímeras, que las diferencias sólo son durante un tiempo, porque en ese minuto que se acaba todo, se acaba para todos, quedamos igualados, la vida nos habrá ganado la partida que creímos estábamos ganando.