El reflujo gastroesofágico y las alergias alimentarias en lactantes: las condiciones más frecuentes de la consulta pediátrica

El reflujo gastroesofágico y las alergias alimentarias en lactantes: las condiciones más frecuentes de la consulta pediátrica
  24/01/2025

El reflujo gastroesofágico (RGE) y las alergias alimentarias son dos de las condiciones más frecuentes en la práctica pediátrica, especialmente durante los primeros meses de vida de los pacientes. Aunque ambos pueden presentar síntomas similares, como regurgitación, irritabilidad y rechazo al alimento sus causas,  su manejo y  su pronóstico son diferentes, lo que plantea un desafío para los pediatras a la hora de ofrecer un diagnóstico.

La Dra. Antonia Ivars, pediatra especialista del Hospital HLA San Carlos destaca que, “el reflujo gastroesofágico se define como el paso del contenido gástrico hacia el esófago, lo cual ocurre de manera fisiológica en la mayoría de los lactantes debido a la inmadurez del sistema digestivo. Se estima que hasta el 50% de los lactantes menores de tres meses presentan algún grado de regurgitación. En la mayoría de los casos, desaparecen espontáneamente a los doce meses de edad. Los síntomas más comunes son regurgitaciones frecuentes, especialmente tras alimentarse, la irritabilidad o el llanto inconsolable, así como el arqueo de la espalda durante las tomas, en casos más severos”.

“Las alergias alimentarias, particularmente la alergia a la proteína de la leche de vaca, se diagnostican cada vez con más frecuencia en lactantes. Se estima que esta alergia  afecta al 2-3% de los niños menores de un año. Sus síntomas más comunes pueden ser la regurgitación persistente y llanto prolongado, la presencia de sangre o mucosidad en las heces o las erupciones cutáneas como el eczema. Por ello, para el pediatra, puede ser complicado distinguir entre el reflujo gastroesofágico y las alergias alimentarias”, añade la Dra. Ivars.

La figura del pediatra es clave en la valuación, el diagnóstico, el manejo y el seguimiento de los lactantes con reflujo gastroesofágico y alergias alimentarias. Su intervención oportuna no sólo ayuda a aliviar los síntomas del bebé, sino que también proporciona tranquilidad a las familias.

Para el diagnóstico, el pediatra debe dirigir una evaluación cuidadosa enfocada en  distinguir entre ambas patologías. Esto incluye una historia clínica detallada para indagar sobre la existencia de antecedentes familiares de alergias, atopías, asma o intolerancias alimentarias, la observación de patrones, es decir, evaluar la relación entre los síntomas del bebé y sus factores desencadenantes como las tomas o la exposición a ciertos alimentos y evitar los sobrediagnósticos obviando los diagnósticos prematuros de alergias alimentarias sin una evidencia clara.

El pediatra también debe saber adaptar sus recomendaciones a las características y necesidades del lactante. Es conveniente que ofrezca estrategias no farmacológicas, como los cambios posturales, para evitar la medicalización innecesaria. También puede  diseñar un plan integral que puede incluir fórmulas especializadas (antirreflujo, extensamente hidrolizadas o de aminoácidos) y detectar la necesidad de cuando tiene que derivar al bebé a un gastroenterólogo pediátrico o a un alergólogo en casos complejos.

La profesional señala que, “promover la lactancia materna es fundamental siempre que sea posible ya que es beneficiosa para la maduración del sistema digestivo y la microbiota intestinal. En casos de alergias o intolerancias, permite implementar dietas de exclusión en la madre, evitando fórmulas artificiales cuando no son necesarias”.

Las familias, especialmente los padres primerizos, tienen la necesidad de que el pediatra pueda ofrecerles unas pautas y también apoyo emocional, ya que pueden sentirse abrumadas ante los llantos o las regurgitaciones, dada su preocupación por el bienestar de su bebé.

 

 

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