Un guardia apodado Harris

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  23/01/2023

El Ayuntamiento de Dénia recurre a la cetrería para ahuyentar a las gaviotas del castillo

La presencia del águila tiene una función disuasoria y persigue evitar la puesta de huevos la próxima primavera

 

Félix Rodríguez de la Fuente propuso por primera vez en 1968 el uso de halcones para espantar a los pájaros que colisionaban con los aviones en la base aérea de Torrejón de Ardoz. Pronto, AENA fue incorporando a todos sus aeropuertos esta práctica, que permite conciliar la conservación de esas aves con la seguridad de las aeronaves. La presencia de los halcones y otras rapaces específicamente entrenadas para esa función basta para que el resto de las aves, sus posibles presas, no sobrevuelen los aeropuertos. La experiencia se ha trasladado a otros ámbitos y se recurre también a la cetrería- el arte de criar, domesticar y entrenar a determinadas especies para la caza- en monumentos, iglesias, puertos y campos de fútbol. Un águila de Harris ha aterrizado esta semana en el castillo de Dénia. Su misión no es otra que ahuyentar a los cientos de gaviotas que crían en él, que suponen una amenaza para el patrimonio y también para los visitantes que pasan cerca de sus nidos.

La presencia de gaviotas en el castillo de Dénia es un problema contra el que se lucha desde hace aproximadamente una década. En él han encontrado el lugar idóneo para reproducirse y, si hace unos años se contabilizaron unas 70 parejas que hacían nido entre sus arbustos, márgenes y murallas, la cifra alcanzaría ya el centenar. Algunas han invadido las azoteas cercanas, donde han llegado también a anidar.

Su presencia es molesta por varias razones: porque se vuelven especialmente agresivas entre los meses de abril y junio, cuando sus crías rompen el huevo y mientras las enseñan a volar; por el daño que causan al patrimonio, ya que sus excrementos son muy ácidos, corrosivos y difíciles de limpiar; y por las molestias que causan al vecindario del barrio de Les Roques, con sus gritos y graznidos (son muy ruidosas) y con sus heces (por el deterioro de los edificios y porque pueden representar un problema de salud pública). 

Para evitar que su población se disparase, el Ayuntamiento de Dénia optó hace unos años por actuar contra sus huevos. Se trata de una práctica habitual en todo el Mediterráneo que tiene como objetivo evitar que se desarrollen. Los huevos se pinchan para hacer creer a sus progenitores que no salen adelante por causas naturales, y buscarán así un lugar en mejores condiciones la próxima temporada; romperlos directamente se identificaría con un ataque externo, de modo que volverían a intentar a hacer nido en el mismo sitio al año siguiente.

Se actuó sobre aproximadamente el 80% de los nidos contabilizados, los más cercanos a las zonas de paso. Pero la teoría no funcionó. O tal vez la población de gaviotas era ya demasiado elevada. 

Un nuevo morador

En un nuevo intento de ahuyentarlas del castillo, se ha recurrido ahora a la cetrería y se ha buscado una empresa especializada en el control de avifauna, Adda Ops, S.A. La solución propuesta consiste en disuadir a las gaviotas de que hagan nido. ¿Cómo? Convirtiendo durante unos meses a un águila de Harris llegada desde Aspe en un nuevo morador del castillo. 

Isaac Gómez Pastor es cetrero. El águila de Harris con la que el lunes llegó a Dénia es joven, no ha cumplido aún los dos años. Su función no será la de atacar o cazar a las gaviotas, sino asustarlas, conseguir que se alejen y que no logren hacer nido. 

El águila de Harris llega a primera hora, cuando el día está empezando a despuntar “para que, conforme amanezca, vean que está aquí, pillarlas por sorpresa”, comenta Isaac. Solo con ponérsela en el puño, se aprecia una reacción en las gaviotas, que echan a volar lanzando gritos de alerta. El lunes dieron una primera vuelta de reconocimiento por el recinto del castillo “y la reacción fue instantánea”, señala. En cuestión de segundos el cielo se cubrió de gaviotas y, durante horas, no se volvió a ver ninguna posada sobre sus muros. De vez en cuando, se divisaba alguna sobrevolando desde lo alto en el cielo, posiblemente “para supervisar y avisar a sus compañeras”, precisa el cetrero. 

En principio, él y su Harris se desplazarán a Dénia tres días a la semana durante cuatro meses, hasta que pase la época de preparar el nido, y la operación se tendrá que repetir durante varios años antes de la época de cría y “tal vez, pasados 4 o 5 años, no intenten hacer aquí de nuevo su nido”. 

De momento, su joven rapaz se está familiarizando con el entorno porque “ha de hacerse bien al sitio”. La meteorología no ha acompañado esta semana y en su segunda visita no pudo volar porque soplaban unas fuertes rachas de viento. Eso sí, bien sujeto sobre el puño de su dueño ascendió por la Vila Vella hasta la explanada del Palau del Governador. La escena se repitió: decenas de gaviotas al vuelo emitiendo sonoros graznidos. 

“Son muy listas”, explica Gómez, “han visto que en este lugar están protegidas, que viene gente con comida, que desde aquí pueden controlarlo todo y que por las noches se cierra el paso; es un sitio perfecto para criar”, sentencia. 

Puede ocurrir que las gaviotas acaben controlando cuáles son las mañanas que toca visita. Habrá que observar su comportamiento en las próximas semanas y, en ese caso, se cambiaría la visita a la tarde o se irían alternando mañanas y tardes, indica el cetrero, quien está convencido que la mejor forma de disuadirlas de hacer nido es volando un ave rapaz sobre su territorio. Ellas saben que es uno de sus depredadores naturales y huyen del peligro; en este caso, el Harris, entrenado para ahuyentar, detiene el vuelo y regresa con su dueño. 

La cetrería para el control de plagas o para combatir la presencia de algunas especies se ha convertido en un recurso cada vez más utilizado. Es un método no agresivo, que no emplea productos químicos, que no daña el medio natural “y que se emplea en todas las partes del mundo”, dice Isaac Gómez. No solo los aeropuertos o los gestores del patrimonio recurren a ella. Lo han hecho en viñedos, en vertederos y en estadios de fútbol como los de Anoeta o La Rosaleda para evitar que otras aves se coman el césped recién sembrado. También para evitar problemas de salubridad y que la acidez de sus excrementos corroa las instalaciones en puertos como el de Palma de Mallorca o en el Palau Sant Jordi de Barcelona. 

Del águila de Harris, cuyo nombre científico es Parabuteo unicinctu, sorprende la facilidad con que puede ser entrenada. Su peso, que oscila entre los 700 y los 1.200 kilogramos, debe estar bien controlado para que pueda cumplir la función para la que se le requiere. “Si es demasiado bajo, en un día frío y con aire te la puedes cargar”, señala Isaac, “y si es demasiado alto puede decir, hoy no trabajo”. Él lleva doce años practicando la cetrería, una de sus dos grandes pasiones junto con las motos. Tiene otras tres águilas de Harris, un cernícalo común y un búho real y considera necesario que la gente entienda el papel que pueden jugar estos animales y sepa que “una rapaz no se tiene que matar ni te tienes que acercar a ella”.

Escandalosas, monógamas y territoriales

La gaviota patiamarilla (Larus michahellis) pone una vez al año, al inicio de la primavera, con una media de 2 a 3 huevos por nido. Los huevos son incubados entre 25 y 33 días. Los pollos, distinguibles por el color pardo manchado de sus plumas -que facilita que se mimetizan con el entorno-, tardarán unos 45 días en independizarse. Durante el tiempo de la puesta y hasta que las crías son autónomas, acercarse al nido -o simplemente pasear por sus proximidades- puede ser un peligro. Porque aunque las gaviotas no agreden a los humanos sin motivo, sí que lo hacen si consideran que sus polluelos se ven amenazados. 

Su hábitat natural son los acantilados, si bien es cada vez más frecuente verlas en el interior de las ciudades porque les es fácil encontrar alimento. Los puertos, los patios de los centros escolares, los mercados al aire libre o los contenedores de basura son lugares perfectos para proveerse de comida. Son aves de las llamadas “oportunistas” y se adaptan fácilmente a comer todo tipo de restos alimentarios. Sumamente escandalosas, viven en colonias, son territoriales, monógamas y conservan su pareja de por vida.

 

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