El Abogado del Diablo ejerce de escritor en Calp
Su última novela negra, Sepulcros blanqueados, está teñida de reivindicaciones sociales
DÍDAC VENGUT
El Abogado del Diablo deambula a sus anchas por Internet o, para más señas, por Facebook. Tiene nombre y apellidos, Guillermo Sendra Guardiola, y da la cara en sus reflexiones en voz alta sobre temas de la política nacional que nos atañen a todos y que no entiende o no comparte. No hay nada fruto del azar porque Sendra es abogado penalista de profesión, militante confeso del Partido Socialista Obrero Español, activista declarado en defensa del Medio Ambiente –es el presidente de la Junta Rectora del Parque Natural del Peñón de Ifach- y, para completar su currículum, escribe novela negra. ¿Hay quién de más? “Hay días”, confiesa, “que no tengo bastantes horas porque no paro ni un momento”.
Un abogado que escribe o un escritor que sabe de leyes, tanto monta, monta tanto. Lo cierto es que Guillermo Sendra es autor de cinco obras en las que habla de asesinatos, intrigas, misterios y demás. Pero, según explica, todas ellas contienen también reivindicaciones o referencias sociales para que no caigan en el olvido. Su última novela, Sepulcros Blanqueados –publicada en pleno confinamiento- está plagada de tragedias anónimas que quiere homenajear o, cuanto menos, recordar.
Así, Sendra asegura que “lo que me empujó a escribir esta novela fue descubrir la existencia, en la época de Franco, de un campo de concentración en Tefia, en la isla de Formentera, para homosexuales, y que fue clausurado en 1966”. “Muchas personas sufrieron trabajos forzados, jornadas de 14 horas, enfermedades, hambre, falta de agua, calor extremo, maltrato, etc.”, añade. Por eso, “cuando oigo o leo”, cuenta, “que algunos inconscientes o ignorantes o malintencionados niegan la represión hacia el colectivo LGTBI, hacia universitarios o sindicalistas, la existencia de las torturas llevadas a cabo por la Brigada Político-Social o la discriminación manifiesta de la mujer, me hierve la sangre y me crecen los ánimos para contar esas historias reales”. Se trata, al menos, de remover conciencias. El asesinato que aparece en la novela es pura ficción pero los datos y las historias que rodean la trama están documentados por el escritor.
“LA REALIDAD SUPERA LA FICCIÓN”
Sus dos primeras novelas, Los amantes alados y Concierto para silencios ausentes, comparten atmósfera de thriller jurídico y al protagonista, el abogado Badal. En ellas, Sendra reconoce que “cambiaba los nombres de los juicios que yo tenía, como el Crimen de la Caleta de Alicante, y trasladaba los hechos y la trama, con la vestidura de la ficción, claro, a mis novelas”. Una copia de la realidad, por decirlo de algún modo, pero suavizada.
“Muchas veces, me he visto obligado a poner el freno y no contar la historia real por temor de que no fuese creíble para el lector. Lo que se suele decir es cierto y la realidad supera la ficción”, subraya. “Los límites de la naturaleza humana”, añade, “son, a veces, impensables, dan miedo y se cometen actos propios de una bestia”.
Más tarde publicaría Sin alma, un descenso al submundo marginal de la prostitución. Luego vendría un giro radical con La locura del viento, una fidedigna descripción histórica de los convulsos años que precedieron a la independencia de Argelia desde la perspectiva de los colonos españoles. “Necesitaba comprobar que era capaz de escribir algo diferente y me metí de lleno en la novela histórica”. No se arrepiente, porque lo consiguió, pero reconoce que “me provocó un desgaste intelectual muy grande porque todo era real y no podía inventar nada”.
En Sepulcros blanqueados vuelve a su terreno, en el que se siente más “cómodo” y disfruta de lo lindo. En el primer capítulo hay un asesinato y el lector va descubriendo pistas del posible autor del crimen según pasan las páginas, pero con una peculiaridad: todas las pruebas se dan en cementerios de España. “Todos los cementerios son reales, he estado en todos. Es complicado proponer a tu pareja hacer turismo de cementerios pero lo hicimos para documentarme y contextualizar la trama”, afirma Sendra.
Sin hacer spolier, la historia se desarrolla justo en el mes anterior a la muerte de Franco. A Sendra le gusta moverse entre los últimos años de la dictadura y el período de la transición “porque es una etapa, para un jurista, que da mucho juego. Es el cambio de unas leyes franquistas a la democracia”. En 1975, según matiza ahora el Sendra abogado, el Código Civil habla de que las mujeres son iguales a los sordomudos, a los niños y a los locos. “El padre podía obligarlas a estar hasta los 25 años en casa, no podían sacarse el carnet de conducir sin el permiso del padre o del marido, etc.”. “Quiero recordar”, insiste, “que hasta ese año estábamos en una etapa cavernícola en cuanto a leyes y esto no se puede olvidar”.
Sendra, según nos cuenta, es abogado por vocación y también por devoción. A los 16 años comenzó a escribir poesía pero “era muy difícil para mí”. Siguió intentándolo con relatos cortos y, tras la carrera universitaria, retomó la escritura y hasta hoy. Además, confiesa que “siempre he sido un hombre reivindicativo, rebelde por sí, y el tema de la ecología me ha empujado siempre”. Este camino le llevó a meterse de lleno en política y ahí sigue.
¿Por qué la novela negra?, le pregunto. Porque, según advierte, “lo llevo en la sangre, me gusta desde pequeño”. Fue un niño muy introvertido y apenas salía de casa. Se refugió en los libros –es un lector empedernido- y en el cine. Sendra vivía pared con pared con el antiguo cine Alhambra de Calp y creció viendo las películas de doble sesión. Sobretodo cine policíaco, thriller y los clásicos, sin olvidar las series como Anatomía de un asesinato, Testigo de cargo, Los sobornados, Colombo, etc. Cuando empezó a escribir “pensé en algo que yo conocía, el tema judicial y el tema policíaco y por eso me decanté por este género”, dice.
Si les gusta la novela negra, lean su última obra. Ahora bien, en la contraportada del libro hay una recomendación al lector: respire hondo antes de empezar a leer, pues le dejará sin aliento. El que avisa, no es traidor.