Raïm i au!
Jérôme Chesnot hace de embajador del vino natural en la Marina Alta
DÍDAC VENGUT
Parece un título muy aparatoso pero no cuenta ninguna mentira. Jérôme Chesnot es el auténtico embajador del vino natural en la Marina Alta, nada más y nada menos. ¿Qué significa esto? Nada más que se encarga de la promoción de un producto 100% natural hecho en la comarca, elaborado con uva de la terreta, a través de las redes sociales, restaurantes, muestras, ferias y una pequeña tienda en su casa de Benirrama. Pero él no cobra nada, no es un comercial, sino que todos los beneficios van directamente a los productores, menos una parte dedicada a los gastos de promoción y otros conceptos. Y no es en balde porque Chesnot ha creado una marca de calidad, Raïm i au!, que identifica el producto y quiere hacerse un espacio en el mercado. El objetivo es muy claro porque se ha marcado un plazo de 5 años para ser una referencia en todo todo el territorio de habla catalana. Y ya tiene en el jefe hacer camisetas con el logotipo, de algodón ecológico, está claro. “Solo el 2% de la producción de vino es natural y por eso no basura demasiada ruido. Pero haremos, a buen seguro”, dice convencido.
Porque un vino sea considerado como natural tiene que cumplir un conjunto de criterios, tanto en términos de viticultura como de elaboración. En pocas palabras, un vino natural es aquel elaborado sin ningún tipo de añadidos químicos, ni a la viña ni a la bodega, a partir de uva vendimiada a mano y respetando al máximo el medio ambiente. "I au", como dice la marca. Un proyecto ambicioso que cuenta con la participación de productores de la Marina Alta, como por ejemplo Juan Tárrega, de Benisssa, y José Maria Bolufer, de Teulada, para citar un par. Además, Chesnot tiene ya una docena de viñadores “reclutados” otras localidades como Ontinyent, Villena, La Encina, Planes, etc.
Todo va empezar hace un años, cuenta Jérôme, cuando compró un par de botellas de vino al Mercado de la Tierra de Benissa. “No me imaginaba, nunca jamás, que esta sería un encuentro que sacudiría el curso de mi vida”, subraya. Allí conoce Juan Tárrega, que hacía vino en las tierras familiares de Canoro y, con algunos amigos viñadores, creó la Associació Bancals de Vi. Jérôme, como buen francés, tiene un alta cultura del vino, sabe bastante, vaya, y decidió colaborar con la asociación como experto en comunicación digital. “Me dijeron que necesitaban un embajador, un comunicador, y me uní a ellos”, recuerda. Ya tenía la experiencia de haber creado una tienda de comercio electrónico de vinos franceses con casi un centenar de referencias.
A estas alturas, en poco más de dos años, tiene una página web, www.vinatural.org, organiza degustaciones hasta Francia y publica las noticias de la asociación en las redes sociales. Y la idea ha cuajado porque ha hecho encuentros de viticultores en Ontinyent y Monóvar.
Durante siete meses Jérôme Chesnot se reunió con los viticultores, probó los vinos para seleccionar seis y los agrupó en una tarjeta limitada a 100 cajas numeradas. El confinamiento permitió establecer la identidad gráfica y la comunicación alrededor del proyecto, en valenciano, francés e inglés, y empezar a publicar en las redes sociales. La actividad se inició a partir del 11 de mayo de 2020. A Benirrama, en Vall de Gallinera, se abrió la Casa del Vi Natural con una tienda, un espacio para probar y dos bodegas para guardar el vino. Jérôme ofrece sus vinos blancos y negros, así como naranjas y espumosos a los particulares y a los restaurantes en un circuito corto: producción y consumo locales. Esto es la esencia del proyecto, promover los productos naturales locales y desarrollarlos porque los valencianos puedan hacerlos sedes.
NO VUELVE A FRANCIA
La historia vital de Jérôme Chesnot es, cuando menos, peculiar. La Marina Alta se ha convertido en su paraíso, así de claro. Por qué?, le pregunto. Porque le encanta la forma de ser de la gente, nuestro talante, mucho más abierto “y muy diferente al carácter y a la mentalidad de mis compatriotas, lo reconozco”, dice. “En un viaje en Quebec”, indica, “me di cuenta que yo no soy así, no tengo nada que ver con el típico francés, ni mucho menos”. Chesnot habla valenciano con fluidez, a pesar de que se le nota bastante de dónde es por el acento. “Viví una temporada larga en Andorra y allí lo aprendí. Yo no hablo castellano y aquí me comunico muy bien con todo el mundo y estoy muy a gusto”, dice. Descubrió la Marina Alta de casualidad a raíz de unas vacaciones a Benimaurell hace borde diez años. Y, desde entonces, aquí tiene su casa, ahora a Benirrama, “y me siente un poco ya de esta tierra. Tengo muy claro que no vuelvo a Francia”, asegura muy convencido.
Y volvemos al vino porque es curioso también el motivo por el cual se ha involucrado en un proyecto a largo plazo que ha puesto en marcha con mucha fuerza. “Pienso que la vida que llevamos hoy”, cuenta, “la que la sociedad nos obliga, lleva aparejada la pérdida de tres elementos básicos que hay que recuperar”. El primero es el pan, porque el auténtico es el que se hace con demasiada madre y pocos llevan. El segundo, el queso, que ya no se fabrica –en general- con leche cruda. Y lo tercero, y último, el vino porque son pocos los caldos que no llevan ningún tipo de sulfito. “Hay que volver a la tradición, a hacer las cosas como se han hecho siempre. Creo en este proyecto, el vino es de una calidad exquisita y, además, más ecológico y sostenible”, concluye.
Volver a una vida natural y más sencilla no parece una barbaridad sino más bien todo el contrario. Más que hacer vino –y disfrutarlo- con nuestra uva de giró y merseguera, Chesnot defiende un modo de vida que, quizás, no tendría que ser un utopía en los tiempos que corren.